martes, 15 de septiembre de 2015

Dora Maar y George Bataille


Dora Maar y George Bataille

Dora Maar: Pintora y fotógrafa francesa.

George Bataille: Escritor francés.

 

Dora Maar, fue amante de George Bataille un escritor francés, pero su relación fue tormentosa, por lo que se separaron. Él estaba demasiado interesado en la antropología y ella quería vivir una vida de burguesía. Dora Maar tuvo algo con Picasso pero él también la dejó porque ella era excesivamente desequilibrada y testaruda.


 *Diálogo entre una artista de la pintura y un escritor. 

 

Perdón que te interrumpa, pero estoy aquí.

 

—Si me miras así, no podré concentrarme en lo que estoy escribiendo

—No escribas
Hubo un largo silencio. Al cabo de unos segundos se volvieron a mirar, y antes de que  pudiera chistar una que otra palabra ella se sonrió diciéndole:

—Sé que escribes para mí, porque se te nota en los pómulos, en el suave pulsar de tus dedos y en como acaricias el teclado creyendo que es mi cuerpo.

— ¡Me desconcentras Dora!

—No escribas ya, deja de hacerlo, mientras lo haces me atormento con esa combinación sensible e incoherente de sonidos y silencios pausados que haces al descansar y encumbrar tus dedos ahí.
 (Dijo “ahí” con un gesto despectivo, señalando el teclado).

—Estoy tratando de descubrir palabras.
En serio trataba de descubrirlas no tenía inspiración desde hace días. Ella volvió a interrumpir, era callada, inteligente y muy orgullosa, sus ojos reflejaban cierta maldad.

—Disculpa, ese conjunto de sonidos exclusivos que suenan cíclicamente uno tras otro y otro, los percibo en una consonancia proporcionada y propia. Mejor dedícate a pintar.

—Esto no tiene nada que ver con pintar. Pintar es pintar y ya, solo lo visualizas no lo piensas.

—Escribir es como pintar, antes de repintar una superficie en blanco, hay que eliminar todo el polvo, lo que se logra con un cepillado vigoroso.

— ¿Y eso que tiene que ver?

—Tienes que eliminar el polvo que carcome tus pensamientos.

—Tienes razón. Creo que tengo unos recuerdos e ilusiones que debo oxigenarlas y diluirlas. Así funciona la mente literaria.
Se quedaron en silencio, Dora no decía nada y George solo empezó a escribir.
Dora vuelve a interrumpir.

—¡Ah!, y perdona que te interrumpa en tu escritura, (George entorna los ojos) pero me parece un discurso melódico y visual percibir el resultado de tus frases construidas con verbos, adjetivos y gramática, es inconfundible, eso me da la impresión de que ya tienes color, ya percibes la luz pero en forma difusa por lo que estás observando internamente.

—Gracias por tu interrupción, ¿puedo seguir escribiendo? Si me dices si, lo hago. Si me dices que no. Igual lo haré.

—Pintaré el tono, la intensidad y la pureza  de nuestra pequeña convivencia, esto tendré que plasmarlo para no olvidar la autodestrucción que me infliges.

— ¿Autodestrucción? (Encendió un cigarrillo.)

—Sí, hay algo que me intriga. Y apaga ese cigarrillo, tengo cosas inflamables aquí.

— ¿Puedes decirme qué es?

— ¿Qué cosa?

—Lo que te intriga.

—Hablas de dos personas mientras escribes, y lo haces simultáneamente, a veces tecleas rítmicamente sonriendo y luego, luego lo haces con el ritmo del teclear abatido.
Él tomó uno de los colorantes de ella y se lo lanzó, los dos sonrieron.

—Ya déjame escribir, hablo de ti. De tu histeria.

—No me intereso por saber de quien se habla ahí, al parecer es una armonía de palabras que llevan el ritmo de un corazón regulado.

— ¡Ya basta!             Le dijo Georges, poniéndose de pie quitándose el cigarrillo de su boca y dándole un beso a Dora. Hubo compatibilidad, fue como favorecer la mezcla de diferentes pinturas o solventes sin que reaccionen o se separen en forma perjudicial.

El aire se llenó de ausencias físicas; absolutas y relativas. Mientras se besaban se mezclaban diversas experiencias artísticas, eran dos elementos en definición; el arte y la poesía.

Ella con su dedo dibujaba sobre su rostro y él la tocaba con pasión y lujuria.

Con George ella dejó de ser “la mujer que llora”.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Post-it Literario



Virginia Woolf en su última nota a su marido escribió:


Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez.
Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser.
Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer.
Lo que quiero decir es que debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo —todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú.
Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo.
            V.