Dora Maar y George Bataille
Dora Maar: Pintora y fotógrafa francesa.
George Bataille: Escritor francés.
Dora Maar, fue amante de George Bataille un escritor francés, pero su
relación fue tormentosa, por lo que se separaron. Él estaba demasiado
interesado en la antropología y ella quería vivir una vida de burguesía. Dora
Maar tuvo algo con Picasso
pero él también la dejó porque ella era excesivamente desequilibrada y
testaruda.
*Diálogo entre una artista de la pintura y un escritor.
Perdón que te interrumpa, pero estoy
aquí.
—Si me
miras así, no podré concentrarme en lo que estoy escribiendo
—No
escribas
Hubo
un largo silencio. Al cabo de unos segundos se volvieron a mirar, y antes de
que pudiera chistar una que otra palabra
ella se sonrió diciéndole:
—Sé
que escribes para mí, porque se te nota en los pómulos, en el suave pulsar de
tus dedos y en como acaricias el teclado creyendo que es mi cuerpo.
— ¡Me
desconcentras Dora!
—No
escribas ya, deja de hacerlo, mientras lo haces me atormento con esa
combinación sensible e incoherente de sonidos y silencios pausados que haces al
descansar y encumbrar tus dedos ahí.
(Dijo “ahí” con un gesto despectivo, señalando
el teclado).
—Estoy
tratando de descubrir palabras.
En
serio trataba de descubrirlas no tenía inspiración desde hace días. Ella volvió
a interrumpir, era callada, inteligente y muy orgullosa, sus ojos reflejaban cierta maldad.
—Disculpa,
ese conjunto de sonidos exclusivos que suenan cíclicamente uno tras otro y
otro, los percibo en una consonancia proporcionada y propia. Mejor dedícate a
pintar.
—Esto
no tiene nada que ver con pintar. Pintar es pintar y ya, solo lo visualizas no
lo piensas.
—Escribir
es como pintar, antes de repintar una superficie en blanco, hay que eliminar todo el polvo,
lo que se logra con un cepillado vigoroso.
— ¿Y
eso que tiene que ver?
—Tienes
que eliminar el polvo que carcome tus pensamientos.
—Tienes
razón. Creo que tengo unos recuerdos e ilusiones que debo
oxigenarlas y diluirlas. Así funciona la mente literaria.
Se
quedaron en silencio, Dora no decía nada y George solo empezó a escribir.
Dora
vuelve a interrumpir.
—¡Ah!, y perdona que te interrumpa en tu escritura, (George
entorna los ojos) pero me parece un discurso melódico y visual percibir el
resultado de tus frases construidas con verbos, adjetivos y gramática, es
inconfundible, eso me da la impresión de que ya tienes color, ya percibes la
luz pero en forma difusa por lo que estás observando internamente.
—Gracias por tu interrupción, ¿puedo seguir escribiendo? Si
me dices si, lo hago. Si me dices que no. Igual lo haré.
—Pintaré el tono, la intensidad y la pureza de nuestra pequeña convivencia, esto tendré
que plasmarlo para no olvidar la autodestrucción que me infliges.
— ¿Autodestrucción? (Encendió un cigarrillo.)
—Sí,
hay algo que me intriga. Y apaga ese cigarrillo, tengo cosas inflamables aquí.
—
¿Puedes decirme qué es?
— ¿Qué
cosa?
—Lo
que te intriga.
—Hablas
de dos personas mientras escribes, y lo haces simultáneamente, a veces tecleas
rítmicamente sonriendo y luego, luego lo haces con el ritmo del teclear
abatido.
Él
tomó uno de los colorantes de ella y se lo lanzó, los dos sonrieron.
—Ya
déjame escribir, hablo de ti. De tu histeria.
—No me
intereso por saber de quien se habla ahí, al parecer es una armonía de palabras
que llevan el ritmo de un corazón regulado.
— ¡Ya
basta! Le dijo Georges, poniéndose
de pie quitándose el cigarrillo de su boca y dándole un beso a Dora. Hubo
compatibilidad, fue como favorecer la mezcla de diferentes pinturas o solventes sin que reaccionen o se
separen en forma perjudicial.
El
aire se llenó de ausencias físicas; absolutas y relativas. Mientras se besaban
se mezclaban diversas experiencias artísticas, eran dos elementos en
definición; el arte y la poesía.
Ella
con su dedo dibujaba sobre su rostro y él la tocaba con pasión y lujuria.
Con George ella dejó de
ser “la mujer que llora”.